Al entrar en el Albergue Monte Irago (el Hippie) dos mujeres nos atenderían de la mejor forma posible. Desayunaríamos a modo buffé por 4eur cada uno. Aquí y como en etapas anteriores, desayunaríamos lo justo como para hacer una etapa dura, es decir, un poco de todo. ¡¡¡El desayuno tenía mil cosas!!! ¡¡¡Como un hotel de 5 estrellas!!! Café y colacao, cereales de dos tipos, yogures naturales, pan, mantequilla, mermelada de fresa y de melocotón, miel, azucar, muesli... Mi desayuno os lo imaginaréis, ¿no? jajaja Un vaso de leche con colacao con 3 tostas con mantequilla y mermelada (ambas), más un bol de cereales (cornflakes) con muesli y un yogurt natural todo mezclado... hmmmmmmmmmmmmm... jajaja. Cuando nos sentamos en la mesa, me di cuenta de que Cristina se había servido exáctamente lo mismo... jajajaja.

Tengo que volver a decirlo, el trato recibido en el Monte Irago fue excelente, y el poder disfrutar de la compañía de desconocidos, hablando entre todos como si fuéramos gente allegada de siempre, es mágico.
Tras el desayuno, nos pusimos en marcha hacia Cruz de Ferro.


Desde esta altura y en adelante nos acompañaría de fondo la cordillera montañosa en la que nos ubicábamos, pero a parte, hileras e hileras de molinos de eólicos, y la campiña nevada, que gracias a ello podríamos divisar los diferentes cortafuegos de los bosques en las faldas de las montañas.

El Camino continuará por sendero, alternando con trozos de una antigua carretera local, pero mayormente con sendero, y nevándonos. Empezaríamos a bajar montaña teniendo a la vista El Acebo, una pequeña localidad casi totalmente restaurada, de viviendas en piedra y tejados de pizarra a ambos lados de su única calle, y al fondo vistaremos Ponferrada, todavía bastante lejos. En esta zona, el ganado existente sería ovino.
Continuar bajando hacia Molinaseca significaría seguramente el mejor punto de la etapa. Con nuestras capuchas puestas por culpa del chiriviri, abandonaríamos El Acebo por un callejón descendente muy empinado, acompañados en el propio Camino por el río que todo el agua caida estaba formando, llegando al final al auténtico ríachuelo del lugar, con su margen más alejado repleto de barro. Jajajaja, me encantó este punto porque metías la bota en el barro y cubría casi toda la bota, pero era la única forma de pasar, y un árbol caido irrumía el paso, por lo que mancharse era cuestión obligatoria para zanjar ésta zona. No caimos en hacernos una foto, pero fue sin duda la mejor escena natural de éste día: saltando el árbol y hundiéndonos todavía más en el barro, jajaja.

A medio kilómetro antes de entrar en Molinaseca nos surgió la primera anécdota del Camino. Un asiático (chino, japonés, coreano... a saber) nos pediría ayuda dado que estaba atascado no entendíamos cómo en la carretera, jajaja. El caso es que el coche estaba en posición de aparcamiento en batería en medio del carril, y el asiático no hablaba ni entendía ni papa de español, así que, mediante signos y señas intentábamos comunicarnos con él. Tanto a Cristina como a mi nos pareció que el hombre no sabía conducir, y ése era el problema, jajajaja, que no sabía poner el coche en marcha atrás, jajajajajajajaja, y por eso, el bordillo de la acera le impedía seguir para adelante. Bueno, bueno, bueno... se tuvo que montar Cristina con el hombre. Éste sentarse de copiloto. Cristina sacar el vehículo y meterlo adecuadamente en el carril para que el hombre de nuevo cogiera el coche y se marchase como pudiera, sin llegar a meter en ningún momento la segunda marcha y frenando de golpe cada X decenas de segundo, jajajaja. Un peligro en la carretera de Molinaseca, carretera por la que no pasaba ni el tato, jajajaja, dado que llegar a saber qué le pasaba al hombre nos terminaría costando 15 minutos de nuestro valioso tiempo, jajajaja.
Sería en Molinaseca donde decidiríamos comer. No pararíamos de ver mesones por todas partes, con el menú entrado en los 15eur, por lo que optaríamos por comernos un bocadillo. El único bar que pudimos encontrar 'de pueblo' estaba hasta la bola de viejetes, pero no tenían tortilla de patata. A mi se me había antojado que Cristina la probase, que creo que no lo había hecho todavía, y por tanto, habiendo bares tendría que existir la famosa tortilla de patatas. Como en éste lugar no encontramos, nos fuimos a otro 'más selecto' unos metros más adelante en el Camino, y viendo como era el que pensamos que era el dueño (y supuesto arquitecto-restaurador del mismo), pudimos entender por qué los del bar de viejetes no nos habían dicho que fuéramos a ése, jaja. Lo cierto es que delante de los clientes no se debieran de hacer cierto tipo de comentarios sobre la competencia. El descaro de éste hombre hizo que entendiéramos los motivos, pero a parte, estaban dando las noticias justo en ése momento, y en concreto hablaban de Obama y la pedofília existente en la Iglesia Cristina, y éste hombre sabiendo que éramos Peregrinos y sin saber hasta qué punto seríamos creyentes, machacó en demasía el tema religioso, mezclándolo con Obama no sabemos muy bien por qué, y bueno, que fue un pesao. Cristina y yo nos mirábamos con ésa mirada que ya habíamos adoptado para cierto tipo de personas, jajajaja, y sonreíamos, jajaja. En este sitio en un inicio tampoco tendrían tortilla de patata, pero su cocinero nos la hizo. Creemos que la camarera no había puesto en su vida un bocadillo de tortilla por cómo nos hizo entrega del mismo, pero bueno... nos la tomamos a modo pincho, y listo.

Y de repente, algo que nos sorprendió: "El Camino de Santiago de Invierno", que se desmarcaba del Camino principal, lo que nos obligó a preguntar a un viandante: "Señora, ¿Qué diferencia hay entre el Camino de Invierno y el de siempre?", y su respuesta fue "El de Invierno no pasa por toda Ponferrada, va por sendero y te ahorras 4km", por lo que en ése mismo punto decidimos que al día siguiente no iríamos 4km por asfalto, sino que tomaríamos el Camino de Invierno para ahorrarnos al máximo todo el asfalto posible. Acto seguido, nos dirigimos al Albergue Municipal, el supuesto único albergue de Ponferrada. Allí coincidiríamos con varias personas con las que ya habíamos coincidido en el Camino anteriormente, como los Canadienses, el italiano y el español, y demás personas agradables. No seríamos muchas las personas albergadas hasta ése momento. Sin embargo, sería a partir de las 20h cuando un exceso de peregrinos llegados de todas partes de España empezarían a entrar por la puerta, los nuevos peregrinos que el Viernes comenzarían a Caminar, llenando toda la capacidad del albergue.
El albergue en cuestión contaba con varias habitaciones. La nuestra en concreto tendría 3 literas en su interior. Esta noche nos tocó dormir con Yogui (llamado así por su sombrero de la policía canadiense, el mítico del guardabosques del Oso Yogui, jaja) justo encima mío. Encima de Cristina dormiría el francés, un hombre que sabía algo de inglés, pero nada de español pero agradable dentro de lo que cabe. Y en la otra litera dormiría un hombre mayor, y encima un asiático-americano de unos 28-30 años de Chicago, nuevo peregrino que llevaba viviendo un año en Madrid trabajando como profesor de inglés (me dió la sensación de que clases particulares) muy simpático, muy agradable y con muchísimas ganas de hacer el Camino, y como le dije a Cristina, con el cuerpo al que me gustaría llegar como meta en el Gim, jaja, que para dejarlo por aquí puesto... delgao y con brazo/hombro/espalda marcadas.
Esa noche fuimos a un Gadis a comprar. Lo cierto es que Cristina nunca había probado un montón de cosas, por lo que le dije que la mayoría de las cosas no eran típicas de cenas, pero sí eran típicas de España, como la Cuajada, o el Queso de Burgos y el Membrillo. Así que ésa noche cenamos queso de burgos con membrillo (un montón, todo hay que decirlo, jaja), y al día siguiente desayunaríamos la cuajada junto con otras cosas que habíamos comprado para tal.
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