viernes, 7 de mayo de 2010

Etapa 4: de Sarriá a Portomarín

Etapa 4: de Triacastela a Sarriá

Siete de la mañana. Como siempre, soy el último en terminar pero claro, yo ya con los dientes cepillados pre-desayuno (como lo he estado haciendo toda mi vida, y según mi dentista, soy la envidia dental de la clínica, jajaja). El caso es desayunamos en compañía de Dani (el chaval de Guadalajara que conocimos en Foncebadón) y su mujer. El desayuno no variaba de los desayunos de días anteriores, muy completo y muy bien.

Dejando Triacastela detrás y caminando en un principio por asfalto y más tarde por camino de tierra, no encontraríamos con una fuente coronada por una concha, lugar donde todos nos haríamos una foto grupal, y más tarde continuaríamos camino. Aquí tendría más momentos explosivos donde pensando que dejaba a la gente detrás mía, sorpresa fue que al llegar arriba Angel y Belchí estarían justo ahí, descansando a mi vera. Realmente no era el único fuerte del grupo, habría más gente que pese a fumar todavía les quedaría plenos buenos pulmones como para poder machacarte y comprobar tu resistencia no con ello hablar de gente débil en el grupo, símplemente, destacar que cada uno va como quiere, y no sería el único con momentos explosivos, jeje.

Sería a la altura de Furela donde con ésa necesidad explosiva me pondría mi MUSICOTE (jaja, Poki) de velocidad en busca de un bar donde parar un momento todos por llevar la mitad del camino sin encontrar uno, sin darme cuenta de la velocidad cogida. A la vista de un posible bar en el siguiente pueblo pero bastante distante todavía de nosotros, nos dispusimos a comer las sobras de los bocadillos de Piedrafita junto con algunos frutos secos, agua, entre otros, y... a cogerle el billete de tren de regreso a Cristina. Sí, éste sería su último día junto a nosotros. Tras varias deliberaciones entre coger un tren u otro, la opción sería coger en la tarde de hoy un tren dirección a Madrid, donde su destino la esperaría en una ciudad intermedia, para solucionar definitivamente sus interrogantes emocionales. Pero de su compañía todavía nos quedaría hasta la tarde...

Junto con nuestro frondoso camino, disfrutaremos de ovejas y nuestras vacas de toda la vida, las famosas vacas gallegas, las únicas de lomo blanco y negro sueltas por el campo, lamentablemente en un estado bastante deprimente. No sabemos si estarían enfermas o mal alimentadas, pero de las pocas que había sueltas, todas estaban escuálidas. De repente, ¡¡¡Lluvia!!! Algo que ya sabíamos, ya habíamos pasado por zonas con chiriviri, pero... lo que nos calló ¡¡nos empapó por completo!! dado que cuando empezó estaríamos a unos 10km todavía de Sarriá. Entre el chiriviri y la lluvia, pocas fotos pude hacer.

Ya en Sarriá, con hambre y los pies molientes, fuimos directos donde teníamos reservado sitio, es decir, en O Dumiñento. Llegando al albergue nos encontramos con la siguiente imagen de dos perros con los que ya habríamos tenido un pequeño contacto en Herrerías.

La imagen del perro grande tumbado en el suelo, y el pequeño cogiendo algo de calor sentado encima del grande pero temblando de frío nos sobrecogió. Su dueño estaría intentando que algún albergue le permitiera dejar a estos perros en su interior. Lo cierto es que estaban muy bien educados, y no molestaban en absoluto, ni ladraban ni nada. Nos enteraríamos más tarde de que protección civil se los llevaría a pasar la noche bajo techo a sus dependencias, y al día siguiente el dueño podría continuar haciendo Camino con ellos.

Por nuestra parte, serían cerca de las 16h cuando finalmente optamos por comer en el mismo albergue (menú: 9eur). La comida estaba buenísima y fuimos muy muy bien atendidos. En cada mesa cabían 8 personas. El menú era muy variado, todo casero casero, pan de pueblo (que en caso de terminarse te ponían más sin pagar más, a diferencia de Madrid). ¡¡Realmente la comida nos entró a todos genial!! El albergue tenía muy buena pinta, totalmente nuevo, colorido y con vida, siendo un edificio de varias alturas... un negocio familiar. La dueña se haría cargo de la ropa sucia (por 3eur por lavadora; 5 si se usaba también la secadora) precios que no dudamos en pagar.

Tras un breve descanso, y antes de que se fuera Cristina, me fui con Nacho a que se comprase un chubasquero nuevo dado que el que tenía decíase ser una mierda, jaja. En la Tienda del Peregrino le cobrarían en torno a los 9eur por un supuesto 'mejor chubasquero'. Tras ello, Nacho me acompañó a mi a comprarle algo de recuerdo a Cristina. Fue en un supermercado Gadis donde la compré un alvariño de la zona por 10.25eur. De regreso al Albergue y a falta de una hora de que llegase el tren de Cristina a la estación, nos pusimos en movimiento, y le hice entrega del vino, para que se lo tomase con su familia de vuelta en Italia. Ella me regaló unos calcetines del decathlon, que sinceramente los necesitaba y fue el mejor regalo que me pudo hacer en ése momento, jaja.

Llegar a la estación no fue problema. Lo que fue problema fue encontrar una panadería donde Cristina pudiera comprarse algo de comer para el tren. A la carrera, Nacho y yo encontramos un sitio entre los consejos sobre a qué panadería ir de la gente, y claro, ¿cómo vas a encontrar una panadería que no dice en su fachada que es una panadería? jajajaja. Por esa tontería pasamos por delante de la dichosa panadería 3 veces entre que subíamos y bajábamos la misma calle, jaja. Mientras, todo el grupo acompañaría a Cristina en el anden de la estación. Finalmente, llegamos en el momento de la despedida. Entre lágrimas de emoción de Carmen y tristeza por parte del resto de nosotros, Cristina nos dejaría para continuar su otro Camino, el de regreso.

¡¡Cristina, siempre estarás en nuestros corazones!!