
A nuestras espaldas tenemos la experiencia de formar parte de un grupo de senderismo, de realizar rutas fáciles y medias, de entre 12 y 20km, pero no todos los días, sólo uno del fin de semana y no todos los findes, por lo que esta aventura nos deleitaba a los dos. La había propuesto otra persona del grupo, pero finalmente no pudo apuntarse. Yo siempre había querido hacer el Camino, pero nunca tuve con quien, ni el valor de ir solo.
Una vez llegados a destino --Saint Jean Pied de Port-- lo primero que hicimos fue buscar alojamiento. Todos los albergues estaban completos. Te das cuenta como incluso la gente del propio pueblo que tiene casa en el mismo Camino, alquila las camas por una noche a los peregrinos; Los precios rondan los 8-10eur por estancia + desayuno. Finalmente nos tocó el posiblemente más caro de todos ellos, en la calle España 21 en el mismo Camino, pero el único que todavía tenía sitio y ello era de agradecer en aquella tarde lluviosa. Nos salió por 15eur desayuno incluido. ¿El alojamiento? Una vivienda de 3 plantas, con habitaciones de entre 4 y 10 literas, con gente ya durmiendo a las 7 de la tarde, o con el petate de cada uno encima de las camas (forma de reservar sitio).

Si creías que por ser San Jean Pied un pueblo cercano a España y que por ello hablarían algo de español, ¡¡te equivocas!! Jajaja, por no hablar, no hablan ni inglés; Sólo francés. Entre muecas, signos, y que Ruth controlaba algo de francés, pudimos llegar a la asociación Amigos del Peregrino de Saint Jean Pied de Port, y conseguir allí la compostela para Ruth que no la llevaba, un plano guía de los perfiles de ruta hasta Santiago, y dos bolsitas transparentes con abre fácil, indispensables en el Camino. Mientras que la compostela a mi me salió gratis en la Asociación Amigos del Camino en Madrid, a ella le costó 2 euros.
Esta ruta nos vino muy bien para darnos cuenta de que la etapa más jodida de todo el Camino a Santiago iba a ser la que al día siguiente haríamos, es decir, Saint Jean Pied de Port - Roncesvalles. Pero sin miedo en el cuerpo, lo único que salía de nuestras bocas era la alegría y ganas que teníamos de empezar.
De este pueblo poco podemos contar. La mayoría de los sitios estaban cerrados a esas horas. Está claro es que un pueblo que subsiste mayormente de los peregrinos, que se acuestan a las 22h dado que es a esa hora cuando hechan el cerrojo en los albergues. Así que, poco pudimos ver, eso sí, es una maravilla de pueblo, y su arquitectura me encanta. Me recuerda a las casas que veía en el País Vasco cuando subíamos desde Madrid por la carretera de Irún (= Iruña).

En torno a las 9 de la noche decidimos entrar en Chez Edouard, un restaurante que parecía el único que estaba abierto, o al menos el único repleto de gente. La comida estaba buenísima. Fueron unas pizzas lo que calló en el estómago, pero muy muy buenas, y... como anécdota decir que si pides que te digan qué tienen de postre, si te dicen que tienen tarta queso fruta, lo entiendas tal cual, tienen tarta, queso, fruta... jajajajaja, porque una mujer española de la mesa de al lado pensó que el camarero (el hijo del dueño, un joven de unos 14-16 años) le había dicho que tenía tarta de queso, y le trajo dos porciones de queso, jajajajaja. Es lo que tiene cuando eres español, y no entiendes ni papa de francés, jajaja.

Y una vez listos, botas puestas, predicción meteorológica sabida (lluvia y niebla), recomendaciones de no ir por la parte nevada sabidas, despiertos y abrigados, y mochilas en la espalda, despedimos a Néstor, e iniciamos Camino.

Un kilómetro y medio más arriba aproximadamente, tuvimos que parar para quitarnos ropa porque entre la humedad del sitio, que empezaba a chispear, y el calor que nuestros cuerpos estaban generando, yo estaba ¡¡¡achicharrao!!! Así que, forro polar fuera, y sobre mi solo vestía una camiseta de las del decathlon (de esas transpirables) y el abrigo. Esto no solo me pasó a mi; creo que Ruth también se tuvo que quitar algo.



Por fin cruzamos Pirineos y chocamos de frente con el País del Sol.


Bosque abajo y tras una ruta de unas 7-8h desde que empezamos, nos encontramos con Roncesvalles. No es un pueblo, o por lo menos yo no vi el pueblo. Con lo que chocas en el Camino es con una especie de convento antiguo, en estado de restauración para albergar a más peregrinos futuros, donde se oficiaba una misa en honor de los Peregrinos que en Semana Santa acudían a Santiago, en la cual y sintiéndolo mucho hacia la gente de fé, me quedé dormido. Lo mío al fin y al cabo se podía comprender tras la ruta, dado que todos estábamos cansados.

En Roncesvalles sólo cuentas con dos sitios donde cenar. En uno me acuerdo que el menú era de primero sopa, y de segundo pescado, y en el otro, macarrones y ternera, ambos menú del peregrino por 9eur. Yo con el hambre que traía me zampé dos o tres platos de macarrones, y muy poca ternera. Acabé empachaete, jajaja, pero... había hecho tanto ejercicio que realmente estaba hambriento, ¡¡y yo tengo muy buen buche!! Aunque sea un menú y te sirvan un plato, realmente PUEDES REPETIR, dado que en este sitio no servían un plato por persona, sino que servían un plato para cada 4 y de ahí se repartía cada uno lo que quisiera. En concreto en nuestra mesa éramos 5. Aquí cenamos con un matrimonio encantador (Toñi y su marido, no me acuerdo de su nombre) con los cuales ya nos habíamos cruzado en el Camino, y con otra persona catalana, Jordi, que era la quinta vez que hacía el Camino, dado que era una fuente de motivación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario